
Los Posmodernos
La voluntad del político y del que se hace güey.
Manuel García Estrada*
A Tere y Manuel, descubridores del Códice del Ángel.
Hay en el país un grupo de personajes que con sus perfiles subdesarrollados de autoestima y auto aceptación ocupan cargos que no deberían tener, sea en la IP o el gobierno. Pero los padecemos.
En el caso de la política fue motivo de burla y reflexión que en 2007 en distintas reuniones del PRD veracruzano se propusiera la idea de que “es más barato pagarle una terapia a un compañero que hacerlo candidato”, cosa que se aplica absolutamente a todos los partidos.
Cuando los individuos chafas, gandallas e incluso apocados se organizan se aplica “la ley del mediocre” que dicta que los medianos no son brillantes pero si se unen para conspirar en contra de la inteligencia. Ellos, a través de regalos costosos, envío de prostitutas o prostitutos, juntas en table-dance, dinero o favores van subiendo en los escalafones, los apadrinan y hasta los hacen candidatos en muchos casos, pero no por sus capacidades sino por sus amafiamientos y lambisconerías.
El político eficaz, el capaz, el consciente, brinda a sus subordinados, ciudadanos y compañeros respuestas prácticas, vive bajo la norma popular de “diciendo y haciendo” y logra construir de manera genuina cualquier estructura de servicio, apoyo o compromiso democrático ganando la lealtad y soporte de la gente. Su contrario es el flojo, el que te hace estar en la sala de espera por muchos minutos, horas, para sentirse importante. Esos mediocres que llegaron al puesto sin merecerlo son los que necesitan mucho tiempo para que comprendas que ellos serán “bondadosas manos” que “ayudarán” y “brindarán” recursos para las necesidades de la gente.
El político de calidad, de los que hay pocos, tienen voluntad de hacer las cosas y no le hacen al cuento, de entrada saben que su puesto es efímero, recuerdan constantemente que “más vale ser mula que alcalde, mula se es toda la vida, alcalde… una temporadilla” y cuando acaba su servicio público cosechan amistades por montones. Su contrario, su antagónico, pasa sin pena ni gloria, cosecha rencores y odios, Juárez lo dijo claramente, palabras más, palabras menos, que los cargos pasan pero el recuerdo perdura. Este antagónico del buen funcionario cree que el dinero del gobierno es de él y que las oficinas y espacios públicos son de él. Cosa absurda que demuestra que efectivamente su autoestima es tan pequeña que se cree hombre grande.
Al que es buen político le llamamos por su nombre y con respeto. Al resto nada más le llamamos “güey” -si bien le va- y eso le afecta porque el que sabe quién es, lo que vale, lo que representa y el papel que juega, no necesita que le hagan caravanas ni que le digan “señor” ni que le digan “licenciado” ni “diputado”; en cambio el mediocre vive de falsos protocolos e hipocresías barbáricas de “buenas costumbres”.
Un buen político, como cualquier humano consciente, siempre preferirá a los críticos que a los aduladores que en cualquier profesión serán siempre los más grandes enemigos de la verdad. En casa les llamamos amigos “netos” y en la vida pública periodistas de respeto.
Este miércoles 10 de diciembre a las 6 pm en 17, Instituto de Estudios Críticos, se presenta “El Códice del Ángel”, la cita es en Colima 166, entre Córdoba y Orizaba en la Roma, la entrada el libre.
*Presidente de la Asociación de Creadores para el Desarrollo Social.
La voluntad del político y del que se hace güey.
Manuel García Estrada*
A Tere y Manuel, descubridores del Códice del Ángel.
Hay en el país un grupo de personajes que con sus perfiles subdesarrollados de autoestima y auto aceptación ocupan cargos que no deberían tener, sea en la IP o el gobierno. Pero los padecemos.
En el caso de la política fue motivo de burla y reflexión que en 2007 en distintas reuniones del PRD veracruzano se propusiera la idea de que “es más barato pagarle una terapia a un compañero que hacerlo candidato”, cosa que se aplica absolutamente a todos los partidos.
Cuando los individuos chafas, gandallas e incluso apocados se organizan se aplica “la ley del mediocre” que dicta que los medianos no son brillantes pero si se unen para conspirar en contra de la inteligencia. Ellos, a través de regalos costosos, envío de prostitutas o prostitutos, juntas en table-dance, dinero o favores van subiendo en los escalafones, los apadrinan y hasta los hacen candidatos en muchos casos, pero no por sus capacidades sino por sus amafiamientos y lambisconerías.
El político eficaz, el capaz, el consciente, brinda a sus subordinados, ciudadanos y compañeros respuestas prácticas, vive bajo la norma popular de “diciendo y haciendo” y logra construir de manera genuina cualquier estructura de servicio, apoyo o compromiso democrático ganando la lealtad y soporte de la gente. Su contrario es el flojo, el que te hace estar en la sala de espera por muchos minutos, horas, para sentirse importante. Esos mediocres que llegaron al puesto sin merecerlo son los que necesitan mucho tiempo para que comprendas que ellos serán “bondadosas manos” que “ayudarán” y “brindarán” recursos para las necesidades de la gente.
El político de calidad, de los que hay pocos, tienen voluntad de hacer las cosas y no le hacen al cuento, de entrada saben que su puesto es efímero, recuerdan constantemente que “más vale ser mula que alcalde, mula se es toda la vida, alcalde… una temporadilla” y cuando acaba su servicio público cosechan amistades por montones. Su contrario, su antagónico, pasa sin pena ni gloria, cosecha rencores y odios, Juárez lo dijo claramente, palabras más, palabras menos, que los cargos pasan pero el recuerdo perdura. Este antagónico del buen funcionario cree que el dinero del gobierno es de él y que las oficinas y espacios públicos son de él. Cosa absurda que demuestra que efectivamente su autoestima es tan pequeña que se cree hombre grande.
Al que es buen político le llamamos por su nombre y con respeto. Al resto nada más le llamamos “güey” -si bien le va- y eso le afecta porque el que sabe quién es, lo que vale, lo que representa y el papel que juega, no necesita que le hagan caravanas ni que le digan “señor” ni que le digan “licenciado” ni “diputado”; en cambio el mediocre vive de falsos protocolos e hipocresías barbáricas de “buenas costumbres”.
Un buen político, como cualquier humano consciente, siempre preferirá a los críticos que a los aduladores que en cualquier profesión serán siempre los más grandes enemigos de la verdad. En casa les llamamos amigos “netos” y en la vida pública periodistas de respeto.
Este miércoles 10 de diciembre a las 6 pm en 17, Instituto de Estudios Críticos, se presenta “El Códice del Ángel”, la cita es en Colima 166, entre Córdoba y Orizaba en la Roma, la entrada el libre.
*Presidente de la Asociación de Creadores para el Desarrollo Social.

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