miércoles, 31 de diciembre de 2008

«Probablemente no hay Dios, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida»

TRIBUNAABIERTA
«Probablemente no hay Dios, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida»

30.12.08 -
OSÉ EDUARDO MUÑOZ NEGRO
ASOCIACIÓN CULTURAL KARL RAHNER

Esta contundente afirmación, podrá leerse en los autobuses de Londres a partir de mediados de enero. Se trata de una campaña atea, financiada por contribuyentes anónimos ha sido un éxito económico, consiguiendo mucho mayor dinero del esperado. La misma noticia de prensa, recogía también la propuesta del biólogo evolucionista Richard Dawkins, de una lista de principios morales laicos válidos universalmente, no necesitados de fundamentación religiosa alguna. Dichos principios van desde la regla de oro de la ética, «no hacer a otros lo que no quieras que te hagan a ti», a «no adoctrinar a los hijos», pasando por «disfrutar de la vida sexual, sin hacer daño a otros», «el respeto a los demás a estar en desacuerdo», «perdonar el mal», o «cuestionarlo todo».
Hay que reconocer que el eslogan tiene su gracia, es fresco, provocador, y no te deja indiferente, porque tiene una buena dosis de razón; las religiones son un fenómeno ambiguo, pueden canalizar tanto lo mejor como lo peor. Se sitúa en la incertidumbre, en la probabilidad, lejos de la falsa seguridad de algunos, y de muchos mensajes piadosos envueltos en «buen rollito», pero con regusto carca. Sin embargo, se le puede dar la vuelta, y también funciona. Desde luego, desde el Dios de las bienaventuranzas se puede (y se debe) decir: «Probablemente Dios exista, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida». Lo mismo vale para los «mandamientos laicos» de Dawkins, que se resumen fundamentalmente en no hacer daño, el respeto a la autonomía personal, el libre ejercicio de la crítica, y el principio de justicia. No sólo son asumibles por cualquier persona abierta y crítica, sino que la mayoría pertenecen al mismo núcleo ético de muchas tradiciones religiosas, o son valores religiosas que se han secularizado, pasando a formar parte del 'ethos' colectivo. Los ateos reivindican su derecho a no ser discriminados. Incluso reivindican que lo espiritual no es necesariamente un concepto religioso, sino una dimensión existencial de la persona, desde la que se puede incluso autotrascender aunque no se crea en una trascendencia. Pero con frecuencia, se olvida que el ateísmo, también se sustenta sobre una creencia, la creencia en que Dios no existe. Nos guste o no, todos somos creyentes, aunque no todos creamos en Dios. Hacemos continuamente inferencias sobre la realidad, que anticipan hechos que pertenecen al mundo de la probabilidad y la incertidumbre, continuamente esperamos acontecimientos sobre los que no tenemos certezas, y tenemos ideologías que en última instancia descansan en creencias sobre la realidad y el mundo. El ateísmo apela a la ciencia, para fundamentar sus afirmaciones, pero la ciencia no nos dice nada sobre Dios, aunque limita las condiciones de posibilidad de algunas de las afirmaciones que se hacen sobre él. Para afirmar o negar la existencia de Dios desde presupuestos científicos, hay que dar un buen salto metafísico, hay que dar el salto a la creencia. Desde los mismos hechos científicos se puede afirmar o negar la existencia de Dios, según la perspectiva que adopte la persona que los contemple. Sin embargo, existen visiones e imágenes de Dios, así como creencias religiosas, incompatibles con una visión científica del mundo. No todas las creencias tienen la misma plausibilidad racional, al menos desde el punto de vista científico. La ciencia no puede demostrar la existencia o no existencia de Dios, pero sí puede ayudarnos a depurar, cribar y criticar los dioses que no existen, o creencias o lenguajes religiosos formulados en categorías culturales ligadas a mundos del pasado. Un ateísmo ilustrado, crítico con el hecho religioso y sus manifestaciones, pero que no pretenda convertirse en una religión de la razón científica, no sólo no es un enemigo de la religión sino que puede ser un interlocutor válido a la hora de depurar la experiencia religiosa, experiencia que necesita también del papel crítico de disciplinas como la antropología, la filosofía, las neurociencias, la ética, la física, y otras ciencias.
Cuando un ilustre ateo como Saramago critica lo que él llama 'el factor Dios', no sólo realiza un ejercicio crítico útil para la sociedad, sino que contribuye sin pretenderlo a depurar la experiencia religiosa. En nuestro medio, la principal amenaza a la religión, no proviene de un ateísmo que en medio de la indiferencia reinante todavía se toma la pregunta de Dios en serio, sino de las tendencias fundamentalistas, idolátricas e irracionalistas que existen en el seno de las tradiciones religiosas. En el caso del cristianismo, como señala Hans Küng, la esencia y la no esencia del mismo coexisten juntas, y sólo con mucha experiencia religiosa, con formación y sentido crítico pueden separarse. Si las religiones 'organizadas' pierden terreno en la sociedad actual, no es por la fuerza de convicción del ateísmo, sino por su manifiesta incapacidad para interpretar y entender el cambio social, cultural y de época en el que estamos inmersos.
En la actualidad, el cristianismo tiene problemas para convertirse en cultura, teme perder su esencia, y corre así el peligro cierto de quedarse con su no esencia, con el molde caduco de una cultura que nos remite a un mundo que se desmorona. Sólo desde una actitud de frontera, de apertura a lo trascendente, con más experiencia religiosa y con más espíritu crítico, puede salvarse el desencuentro cultural y social del cristianismo con el mundo de hoy. Volviendo al Dios del Evangelio, y dejándose interpelar por las preguntas de otros, y por unas ciencias que no hablan de Dios, pero pueden ayudarnos a librarnos de tantos ídolos y tantos falsos dioses. En ese diálogo de frontera, un ateísmo no dogmático más que "el enemigo" puede ser un buen interlocutor, como se comenta que Winston Churchill llamó a los laboristas, cuando en una visita al parlamento inglés, una persona le preguntó si en los bancos de enfrente a los de su partido se sentaba «el enemigo», a lo que éste respondió: «No, el enemigo se sienta aquí detrás, allí enfrente se sienta la leal oposición».

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