pepenador en calle sur 15, Orizaba, Veracruz, México (foto/Chaín)CRISIS ECONÓMICA ¿DIVERSIÓN ESPECULATIVA?
Laura Fdez-Montesinos
Actualmente no se puede culpar al clima, las malas cosechas o a las epidemias del ganado de las crisis económicas. Hoy día tenemos suficientes recursos, riqueza y reguladores económicos, con que hacer frente a las crisis alimentarias por clima adverso o catástrofes naturales. Sin embargo suceden. Pero no por factores naturales o azarosos ni por la ineptitud de los financieros, aunque en ocasiones suceda, como con la utilización de alimentos para producir combustible, sino como consecuencia del desorden en la gestión económica y el mal reparto premeditado de los bienes y productos. En una palabra: son crisis artificiales, provocadas. No se cura el empacho, sin embargo, de que sigan siendo unos cuantos los dueños y controladores del mundo y las finanzas. Un negocio fraudulento y vergonzoso a costillas del trabajo duro de miles, y del empobrecimiento progresivo de los desfavorecidos, que por otro lado no les importan un pepino. Juegan a especular con una riqueza que ni siquiera es suya, moviendo la economía a su antojo y conveniencia, acelerando o desacelerando activos, especulando con productos y precios, que provoca el sufrimiento de los menos favorecidos. Estas etapas recesivas son el producto de meses de trabajo fabricando una bonanza económica artificial que finalmente quiebran en el momento adecuado: cuando más altas están las acciones, más créditos tienen en cartera, y artificios similares. Todo ello les produce ingentes beneficios con los que podrán vivir a todo tren por el resto de sus moralmente miserables vidas, hasta dos generaciones más.
Efectivamente. Estos cuantos listillos con nombres y apellidos, dueños de enormes bancos, sabían muy bien lo que estaban haciendo cuando concedieron créditos de más, y especularon en bolsa. Ahora gastan lujosas vacaciones a costa de los intereses de la quiebra, de la pérdida económica y laboral de miles de familias, y cuyo fraude el mundo costea asfixiando a los trabajadores, y matando de hambre a los más pobres.
Los años de bonanza de los países favorecidos fueron la primera trampa para ganarse la confianza de inversores, compradores y trabajadores. El artificio secundó la terrible especulación petrolera, auspiciada a su vez por las guerras estadounidenses, que producto de la globalización y de la dependencia de la economía estadounidense, concatenaron con la inflación galopante, y el silencioso pero jugoso juego especulativo, para arruinar de golpe y porrazo a su propia banca y los valores financieros. Un juego sucio, un desfalco, una malversación de proporciones internacionales con que forrarse, y que todos hemos de pagar.
Este tipo de personas no deberían quedar libres. No es una crisis, son especuladores con nombre y apellidos, grandes gestores de los bancos estadounidenses contra cuyo fraude no hay prueba alguna. Es el delito perfecto, pues ellos, como dueños, amos y señores, son los que hacen marchar a su país. Y por esta razón nunca pisarán la cárcel.
Es una desgracia que tras este escándalo, los gobiernos del mundo se den a la tarea de inyectar la cantidad de millones, con la que podrían acabar con el rezago y el hambre en el mundo, para rescatar a las empresas cuyos millonarios dueños son responsables del desfalco mundial. Por otro lado, un pozo sin fondo, pues no serán sólo los bancos, cuyo fondo está muy profundo, sino la serie concatenada: empresas automotrices, turísticas, las de productos electrónicos, la del vestido, el calzado, etc., etc., etc.,
El mundo no debería permitir esto, ni depender de su economía. ¡Debemos exigir que comparezcan ante la justicia!, o…¿Qué somos? ¿Peones de un juego de bolsa?
laurafdez27@hotmail.com
Actualmente no se puede culpar al clima, las malas cosechas o a las epidemias del ganado de las crisis económicas. Hoy día tenemos suficientes recursos, riqueza y reguladores económicos, con que hacer frente a las crisis alimentarias por clima adverso o catástrofes naturales. Sin embargo suceden. Pero no por factores naturales o azarosos ni por la ineptitud de los financieros, aunque en ocasiones suceda, como con la utilización de alimentos para producir combustible, sino como consecuencia del desorden en la gestión económica y el mal reparto premeditado de los bienes y productos. En una palabra: son crisis artificiales, provocadas. No se cura el empacho, sin embargo, de que sigan siendo unos cuantos los dueños y controladores del mundo y las finanzas. Un negocio fraudulento y vergonzoso a costillas del trabajo duro de miles, y del empobrecimiento progresivo de los desfavorecidos, que por otro lado no les importan un pepino. Juegan a especular con una riqueza que ni siquiera es suya, moviendo la economía a su antojo y conveniencia, acelerando o desacelerando activos, especulando con productos y precios, que provoca el sufrimiento de los menos favorecidos. Estas etapas recesivas son el producto de meses de trabajo fabricando una bonanza económica artificial que finalmente quiebran en el momento adecuado: cuando más altas están las acciones, más créditos tienen en cartera, y artificios similares. Todo ello les produce ingentes beneficios con los que podrán vivir a todo tren por el resto de sus moralmente miserables vidas, hasta dos generaciones más.
Efectivamente. Estos cuantos listillos con nombres y apellidos, dueños de enormes bancos, sabían muy bien lo que estaban haciendo cuando concedieron créditos de más, y especularon en bolsa. Ahora gastan lujosas vacaciones a costa de los intereses de la quiebra, de la pérdida económica y laboral de miles de familias, y cuyo fraude el mundo costea asfixiando a los trabajadores, y matando de hambre a los más pobres.
Los años de bonanza de los países favorecidos fueron la primera trampa para ganarse la confianza de inversores, compradores y trabajadores. El artificio secundó la terrible especulación petrolera, auspiciada a su vez por las guerras estadounidenses, que producto de la globalización y de la dependencia de la economía estadounidense, concatenaron con la inflación galopante, y el silencioso pero jugoso juego especulativo, para arruinar de golpe y porrazo a su propia banca y los valores financieros. Un juego sucio, un desfalco, una malversación de proporciones internacionales con que forrarse, y que todos hemos de pagar.
Este tipo de personas no deberían quedar libres. No es una crisis, son especuladores con nombre y apellidos, grandes gestores de los bancos estadounidenses contra cuyo fraude no hay prueba alguna. Es el delito perfecto, pues ellos, como dueños, amos y señores, son los que hacen marchar a su país. Y por esta razón nunca pisarán la cárcel.
Es una desgracia que tras este escándalo, los gobiernos del mundo se den a la tarea de inyectar la cantidad de millones, con la que podrían acabar con el rezago y el hambre en el mundo, para rescatar a las empresas cuyos millonarios dueños son responsables del desfalco mundial. Por otro lado, un pozo sin fondo, pues no serán sólo los bancos, cuyo fondo está muy profundo, sino la serie concatenada: empresas automotrices, turísticas, las de productos electrónicos, la del vestido, el calzado, etc., etc., etc.,
El mundo no debería permitir esto, ni depender de su economía. ¡Debemos exigir que comparezcan ante la justicia!, o…¿Qué somos? ¿Peones de un juego de bolsa?
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